lunes, 16 de agosto de 2010

En una habitación llena de humo...

Publicada el 16 de agosto de 2010 por el portal Tampico Cultural

Josué Picazo

Segundo día del Concurso Estatal de Teatro. Oloroso a incienso, el Teatro Experimental del Espacio Cultural Metropolitano (Metro) recibió al público la tarde de este viernes 13 de agosto. Se presentaría “El último habitante del planeta” de “Laberintus Teatro”, agrupación neolaredense que el año pasado fue la ganadora del concurso.

Frente al público: una cama, ropa suelta, una zapatilla entre las sábanas, velas encendidas, una botella, un ropero. Toda la escenografía se encontraba a nivel de las butacas, muy cerca de la primera fila. Colgaban del techo seis jaulas para pájaros. El teatro se iba llenando de humo; música de saxofón sonaba a un volumen muy bajo.

Dirigida por Luis Edoardo Torres, “El último habitante del planeta” no plantea una historia lineal ni realista, más bien presenta una serie de escenas casi oníricas donde los personajes parecen hablar sólo consigo mismos.

El guión original de Torres está inspirado en un “cuaderno de apuntes poéticos” de Cesariván Gaitanos. “Es un trabajo colaborativo” dice el director del grupo. Así, en la libertad del lenguaje que pretende ser poético, en escena también se plantean imágenes poco comunes como el ciclista que da vueltas alrededor de la cama o la voz en la radio antigua que hace la vez de narrador omnisciente.

El espectador es una especie de espía o voyeur que atestigua la intimidad de estos dos hombres y tres mujeres (una de ellas es una especie de sensual moza de hotel). El público es testigo de cómo las palabras de los amantes se repiten aún cuando los protagonistas del encuentro amoroso cambian de rostro, de cómo los anhelos y los miedos de los personajes suelen ser los mismo, de cómo sus recuerdos salen y vuelven a escena.

Es difícil definir a los cinco personajes que integran este “triángulo amoroso” o, mejor, este “pentágono” de relaciones. También es difícil construir una historia concreta. La obra, como se podría suponer desde el título, hace referencia a la soledad de los individuos y a las tribulaciones de los amantes o de quienes buscan un acompañante para la intimidad. Como dijeran algunos, una conocida y vieja historia.

Sin embargo, parece que, tal y como ocurre en la poesía, “El último habitante del planeta” pretende que el espectador se identifique con la emociones de los cinco personajes, identificación que quizá no se logre del todo, pues independientemente de la calidad del texto, ciertos elementos del montaje van induciendo al espectador a una relajación inesperada y no del todo beneficiosa para la puesta en escena:

El olor sutil del incienso, el diálogo en susurros, los movimientos suaves, la luz atenuada, la breve llama de las velas, el ritmo de la música, la sugerencia del vino y el té que beben los actores, el humo que nos envolvía como una nube, la cama como una promesa… los párpados que se vuelven pesados.

"Un peligroso viaje de ochocientos kilómetros"

En los concursos y muestras de teatro, los participantes tienen que realizar una especie de “teatro guerrilla”, presentarse y correr, dejar libre el foro para los que siguen. Una vez finalizada la función de “El último habitante del planeta”, se desmontó la escenografía y, algunos minutos después, ya estaba en la caja de una pick up lista para recorrer los ochocientos kilómetros de vuelta a Nuevo Laredo.

“Parecemos paisanos” dice bromeando Luis Eduardo Torres, director de Laberintus Teatro, en referencia a la camioneta cargada que más parece transportar una mudanza que una escenografía teatral.

“El viaje ha sido peligroso y difícil… Las carreteras están muy vigiladas. Esperemos que el regreso sea bueno”, agrega, consciente de la situación de inseguridad que impera en los caminos tamaulipecos.

Al igual que con el montaje “La línea”, ganadora del concurso estatal del 2009, Torres ha vuelto a llevar a escena un texto original. “El último habitante del planeta” es la tercera obra que ha realizado formalmente como dramaturgo. Explica que sus dos textos previos, incluyendo “La Línea”, habían sido trabajados en talleres con el maestro Enrique Mijares, quien por coincidencia es uno de los integrantes del jurado del concurso este año.

“El texto (de “El último habitante…”) nace de un experimento para el grupo. Cesariván Martínez me pidió que hiciera algo con su cuarderno de apuntes poéticos, algo como un guión. La obra es de los dos; podría decir que el 80 por ciento de las líneas de la obra es de Cesariván y el resto es mío, además del ensamble”.

“El último habitante del planeta” fue estrenada en el Teatro Lucio Blanco, en la Casa de la Cultura de Nuevo Laredo, único foro en el que se había presentado hasta antes del concurso. En Tampico se realizó la novena presentación.

Alrededor de la camioneta que carga la escenografía aguardan más personas de las que se vieron en escena. Torres explica que Laberintus Teatro no sólo está integrado por los actores, sino que funciona como un colectivo de creativos. “Somos aproximadamente doce personas; diseñadores, fotógrafos, músicos y actores”.

Aunque no cuentan con un espacio propio para trabajar, desde hace dos años se reunen cada martes para hacer una sesión o ensayo. El lugar puede ser la Casa de la Cultura, el Espacio Cultural Nuevo Laredo, Estación Palabra, “pero también nuestras casas o cualquier lugar”.

La noche ha caído, es calurosa, y el equipo de Laberintus Teatro está listo para retirarse del Metro. Ni el director, ni los actores, ni el resto del equipo parecen estresados o preocupados, algunos conversan, hacen planes para más tarde. Evidentemente la motivación principal para viajar hasta Tampico no ha sido volver a ganar un reconocimiento en este concurso.

“Creo que el premio es lo de menos”, asegura el director. “(El concurso) es como una fiesta, como cuando la familia se reune en Año Nuevo o Navidad, porque creo que somos como una familia: venir a ver a los compañeros del estado una vez al año donde sea el concurso, y ver teatro, lo que han estado haciendo los compañeros”.